Las 36 horas más subrealistas de nuestra vida.

Hacía mucho que quería escribir algo diferente, pero tengo que recuperar el blog para hablar del monotema de moda. Allí donde lo dejé en junio de 2020 seguimos con las tonterías dedicadas a hacer la vida difícil a las personas que intentamos seguir todas las recomendaciones.

Antecedentes a las 36 horas de subrealismo:

La Comunidad Europea decide que los certificados Covid ya no duran 12 meses sino 9. Eso hace que el de Lucia caduque el 10 de enero y para ponerse la tercera dosis debe hacerlo en Italia.

El gobierno italiano decide la semana pasada que para entrar en Italia es preciso presentar un certificado de vacunación y … un test negativo antígeno realizado 24 horas antes de entrar en Italia o un test pcr negativo realizado 48 horas antes de entrar en Italia.

Os imagináis que test conviene si el viaje se hace en barco? El problema es que esos test pcr tardan casi 24 horas en hacerse salvo que elijas un test de resolución rápida en unas 3 horas pero que cuesta un ojo de la cara.

Seguridad antetodo, y de cabeza al laboratorio que los realiza. Aquí empieza el subrealismo de la historia.

Capítulo I

Nosotros, un poco por prudencia y otro por prudencia hemos reducido nuestra vida social a mínimos, por lo que estábamos seguros de no haber tenido contactos con nadie sospechoso.

A las 11:20 nos toman la muestra para esa PCR que nos deberían entregar en unas 3 horas y nos vamos a casa a comer y acabar de preparar las maletas. En teoría tenemos que llegar al puerto a las 20:00 por lo que hay tiempo.

A las 14:30 llega el correo con las instrucciones para descargar los certificados.

Al generar los ficheros descubro con sorpresa que … yo he dado positivo y Lucia negativo. Descubro además que en mi certificado hay errores con las fechas, por lo que decido lo más correcto en estos casos: Llamo al laboratorio y pregunto qué es lo que debo hacer, porque además de lógicamente cancelar el viaje, yo debería aislarme. De paso pregunto por las posibilidades de error y comento los errores de las fechas.

En el laboratorio me dicen que el nivel de error es de un 3 %, pero que los errores suelen darse más en negativos que no lo son. Le expongo mi perplejidad sobre la cuestión de que estando conviviendo y habiendo visto a las mismas personas, no cuadre el hecho de que yo sea positivo y ella negativa, pero vale, no me queda más remedio que replantearme toda mi vida para los próximos 10 días.

Lo primero, intentar entender con Lucia qué ha ocurrido y qué posibilidades tenemos. Lo segundo y doloroso, recuperar datos de los billetes, tenerlos a mano para cancelar el viaje y dar por perdido el dinero, porque estábamos a pocas horas de la salida.

Mientras Lucia empieza a llamar a las personas que nos venían a recoger al barco al día siguiente para cancelar, yo me pongo a la tarea de buscar los localizadores de los billetes y cuando tengo el teléfono en la mano para llamar a la Grimaldi, entra una llamada de un número que desconozco. Pensando a quién tenía que enviar a pastar, una señorita muy amable me dice que llama del laboratorio y … que efectivamente, además del error de las fechas, hay un error en la transmisión del resultado y que el positivo no es positivo. Que le ha llamado la atención porque controlando los positivos notificados, mi supuesto positivo no es tal positivo, que en el interno del laboratorio resulta como negativo y que no entiende qué ha pasado con el sistema, pero que puedo estar tranquilo y volver a generar el certificado que ahora sí es correcto.

Os imagináis la alegría que nos llevamos, no?

Creo que en ese cuarto de hora me pasó por delante toda mi vida, todo lo que tenía que hacer y no podría hacer, todo lo que no quería hacer pero debería hacer, y lo peor: aislarnos aún más de lo que ya estábamos.

Prueba superada.

Capítulo II

En el puerto, había bastante gente intentando hacer el checking para el embarque.

En ventanilla pedían toda la documentación que controlaban: Billete, certificado Covid en regla, formulario de entrada en Italia debidamente cumplimentado y como no, la estrella de las peticiones: El certificado negativo del test.

Muchos de los viajeros que venían de fuera de Barcelona con sus test realizados en origen eran rechazados en la ventanilla porque la hora de realización era anterior a las 18:00, hora prevista de la llegada a Italia, por lo que debían realizarse nuevamente el test si querían embarcar. Podéis escuchar los gritos e insultos a las pobres personas de ventanilla si aguzáis el oIdo. Nosotros estábamos tranquilos porque podíamos permitirnos un retraso de muchas horas, al llevar PCR válida hasta las 11:20 del miércoles. No sé, pero diría que bastante gente se quedó en tierra.

Realizado el checking, vamos al barco, donde una recepcionista nos solicita nuevamente los certificados Covid y los negativos pcr de los que hace una fotocopia. Ya estábamos en el barco, con camarote asignado. Se viaja!

Capítulo III.

Nuestro viaje fue de lo más monótono que os podéis imaginar: Salí yo solo 3 veces del camarote en 20 horas. Llevar a nuestra perra guía al puente descubierto a hacer sus necesidades, comprar bebida fresca para la cena y la comida, y en una de las salidas con la perra aproveché para ir a recepción a pedir que el desayuno incluido en el billete nos fuera servido en cabina, argumentando que siendo ambos ciegos era un problema de seguridad desayunar en el autoservicio y mantener todas las medidas de seguridad. No hubo problemas hasta las 17:00 cuando el barco ya estaba reduciendo su velocidad para la entrada en puerto.

Un aviso de megafonía interna del barco empieza a llamar a una larga lista de pasajeros, calculo unos 30 o 35 entre los que estábamos nosotros y nos reclamaban en la recepción.

Utilizando el teléfono interno, llamo a la recepción para preguntar el motivo, ya que teníamos apalabrado con ellos que al momento de desembarcar nos vendrían a buscar a la cabina para darnos la asistencia.

Resulta que toda esa lista de pasajeros había sido elegida al parecer a suertes para un control de certificados por parte del departamento de salud marítima de Italia y teníamos que reunirnos todos en la sala de conferencias para comprobar nuevamente la documentación ya en poder del barco y realizar un test antigénico que asegurase que … esto os lo cuento más tarde.

Juro que nunca me había enfadado tanto con alguien como ayer. Le dije a la persona de la recepción que me negaba rotundamente a ir a la sala de conferencias a mezclarme con el resto del pasaje. Me negaba porque no consideraba oportuno ir a mezclarme con los pasajeros cuando había incluso renunciado a disfrutar de un café en el bar para no tener que quitarme la mascarilla en un lugar cerrado. Me concedieron esperar en el camarote, e incluso que vendrían a tomarme la muestra en el mismo camarote si era necesario.

Con el barco en puerto, llaman a la puerta y resulta que de lo dicho anteriormente, nada de nada, que debo ir a la recepción y negociar allí. Recogemos las maletas y la perra y nos encaminamos a la recepción. Puertas que siempre estaban abiertas ayer estaban cerradas para evitar reuniones en la recepción. Nos dicen que ya nos van a hacer el test, y … nos hacen entrar en la fatídica sala de conferencias donde el pasaje allí reunido charlaba animadamente.

Nos plantamos y decimos que en esa sala no entramos. Que si quieren hacernos el test, y que nos quitemos las mascarillas ha de ser en otro lugar. Preguntamos sobre los motivos de este comportamiento y nos dicen que es lo que marca el protocolo, y esto nos lo dice el responsable del operativo de salud marítima que ya había embarcado.

Que, y esto es lo más grave, habían detectado que algunos utilizaban certificados falsos y que la única forma de asegurarse era precisamente hacer un test antigénico a personas al azar que como sabemos tiene una relativa poca fiabilidad.

Si a todo esto sumamos que los test se estaban realizando en una sala cerrada donde ese pasaje llevaba allí al menos 3 cuartos de hora, y que el encargado de controlar todo estaba como si dijéramos en el escenario de la sala, recogiendo palillitos y rellenando documentación, y que los palillitos los estaba manejando una señora que parecía una obrera haciendo zanjas en la nariz, podéis pensar que conseguir quedarnos fuera de la sala fue todo un logro.

A todo esto, Absolutamente nadie podía salir del barco, ni los elegidos para la muestra ni los afortunados que se ahorraron pasar por las zarpas de la enfermera.

Por suerte, creo que fuimos los terceros en obtener nuestro certificado negativo y pudimos abandonar el barco.

No sé qué pudo ocurrir si alguien en aquella sala dio positivo. Lo que tengo claro es que yo no entré, y que pasadas unas prudenciales horas antes de escribir este post no he recibido la fatídica llamada de contacto con positivos del barco.

Consideraciones finales

Alguien tiene que poner orden en las absurdas peticiones que se hacen a los viajeros a la luz de la imposibilidad de cumplirlas.

En el caso de los viajes en barco, un test antigénico 24 horas antes de entrar en el país es casi imposible de conseguir.

Si no te fías de los certificados que te presentan los viajeros, de los que además tienes fotocopias para las que no se ha pedido permiso para realizar, y que esos datos se obtuvieron con el barco aún en Barcelona, creo que el departamento correspondiente podía haber cotejado con los laboratorios correspondientes la autenticidad de los mismos sin jugar a la lotería de ir a buscar lo que podías obtener de forma fácil y clara identificando a los que verdaderamente presentaron certificados falsos.

No es agradable sentirse considerado como un delincuente, y no es agradable que alguien te meta un palo por la nariz porque otro alguien decidió que el trabajo de comprobar la veracidad documental era más complicado que hacer perder el tiempo a todos los viajeros que entre unas cosas y otras esperaron casi hora y media para poder desembarcar, porque claro, de los posibles delincuentes elegidos al azar no podía escapar nadie sin control. Si había alguno entre los no elegidos con documentos falsificados, no lo sabremos nunca.

Hasta aquí las 36 horas más subrealistas que Lucia y yo hemos vivido.

Gracias por leernos y gracias si consideráis oportuno difundir y comentar.

Felices fiestas! Para nosotros ahora sí que lo van a ser, aislados y con una cita para la tercera dosis conseguida antes de que caduque el Green Pass.

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