Consciencia, conciencia y conveniencia: tres enemigas irreconciliables.

Soy consciente que lo que voy a escribir no va a sentar nada bien a

algunos lectores.

Mi conciencia me dice que debo escribirlo, y no tengo nada claro que sea

conveniente hacerlo.

Esta reflexión la llevo madurando toda la semana tras los

acontecimientos que precipitaron el cierre de RTVV.

Quiero pensar, que los trabajadores de cualquier medio de comunicación,

yo entre ellos, somos conscientes que nos debemos a las direcciones de

nuestros respectivos medios.

Ellos dictan lo que se debe y no se debe cubrir, según sus intereses,

más que por los intereses del espectador final. La forma de cubrir

realizar y dar una noticia, nunca en un medio público se hizo siguiendo

criterios periodísticos, en los que la famosa frase pronunciada en los

informativos de Tele5 allá por los años 90 "así son las cosas, y así se

las hemos contado!" es una auténtica utopía.

Los jefes mandan, los jefes disponen y los empleados, conscientemente

cumplimos las órdenes.

Los medios de comunicación públicos, pocas veces han sido dirigidos por

periodistas, sino por comisarios políticos del gobierno pagano.

En RTVV se ha visto claramente esta situación, particularmente en estos

últimos días, en que los informadores han pedido excusas por no informar

correctamente de muchas cosas ocurridas en los últimos años.

La duda, es: Qué entienden ellos por informar correctamente?

Yo no lo tengo claro. Hay 3 posibilidades: 1. La que ha ocurrido, que el

comisario político ha utilizado su lápiz rojo censor y ha ordenado

esconder cosas que pueden hacer daño al partido político gobernante. 2.

que los espectadores esperen que se carguen las tintas contra el

gobierno por los errores cometidos, o por los que ellos creen que se han

cometido, simplemente porque cualquier acción del gobierno, que no

coincide con su ideario político, es mala y nefasta. Que los periodistas

cuenten, aunque no sean ciertas informaciones criticando a los gobernantes.

3. La utopía, que el periodista haga de notario de la actualidad y se

limite a contar los hechos, sin pensar ni en los deseos de ocultar de

sus jefes ni en las ganas de carnaza del público destinatario de la noticia.

Los compañeros de RTVV han cometido varios errores, y ahora pagan las

consecuencias, al quedarse solos e incomprendidos por la mayoría de la

sociedad.

1. No se revelaron ante las marcas de lápiz rojo de los jefes.

2. asumieron sumisos, porque así les convenía, que los jefes limpiaran

de contestatarios las instalaciones de la empresa con un ERE salvaje.

3. cuando la justicia, lenta, y casi siempre segura ha puesto a cada uno

en su lugar, han respondido a la extemporaneidad de la decisión de sus

jefes, sacando a relucir fuera de tiempo y contexto, todas las chapuzas

y componendas de sus jefes, porque claro, ahora, ya no les sirve obrar

según conveniencia. Ahora, son ellos las víctimas de los mismos jefes a

los que han consentido.

Lo ocurrido en RTVV nos debe hacer reflexionar a todos. Las cosas son

como son, no como queremos que sean. Esto es válido para todos, tanto

periodistas como jefes, o gobernantes.

Que se ha perdido la esencia del periodismo, es un hecho. Que la ética,

asignatura que los periodistas estudian en primero de carrera, es una

asignatura a la que muchos han faltado, y que la manipulación está

asumida como normal. Nos dejamos manipular por los jefes interesados en

dar un determinado mensaje. Nos dejamos manipular por los shares de

audiencia, que condicionan la publicidad y los ingresos de las empresas.

Manipulamos al espectador final, el que no tiene una idea concebida,

pero que se fía de nosotros porque nos consideran un referente.

Ha llegado el momento de cambiar esta forma de hacer periodismo,

particularmente en los medios públicos, pagados por todos los

contribuyentes, el de derechas y el de izquierdas, el independentista y

el ultranacionalista. Nos debemos a los espectadores, y debemos contar

lo que sucede, no lo que nuestros jefes o nuestra ideología nos dicen

que sucede.

Debo decir, que no soy periodista, que soy uno de aquellos empleados de

base necesarios para que el milagro de que una noticia llegue a casa del

telespectador se realice cada día.

Solo una vez me he sentido despreciado por un periodista que entendía

que yo no debía formar parte de las decisiones de la emisora. Él nunca

entenderá que si yo no estoy, el no podrá tener todas las armas

necesarias para realizar su trabajo, y tampoco sabrá, porque no se lo

merece, si trabajo porque considero que las informaciones que da son

buenas, o simplemente porque me conviene, porque tengo una familia y al

final también ellos comen.

Soy consciente que lo que escribo no gustará, que mi conciencia me

dictaba escribirlo, y que sigo sin saber si verdaderamente me conviene

haberlo escrito.

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